César Díaz es una de las víctimas que dejó el enfrentamiento entre la guerrilla guatemalteca y el ejército de ese país por años. Su padre estuvo involucrado en una parte y mucha gente a su alrededor sufrió de desapariciones.
Trató por eso de escudriñar en ello desde la ficción y escribió Nuestra madres, que precisamente abre con un plano en el que un hombre va acomodando con cuidado, casi de manera ritual, los huesos de alguien para tratar de armarlo.
“Quería saber cómo manejar las heridas y dolores que deja una guerra civil. En esa búsqueda encontré a un pueblo de mujeres que me contó sus historias: cómo entraba el ejército para quitarles muchas cosas, cómo veían ellas que asesinaban a los hombres para aventarlos a fosas clandestinas”, cuenta.
Así, el realizador creó un mundo en el que un joven antropólogo (Armando Espitia, Heli), trabajador en un forense que se dedica a identificar desaparecidos, vive un juicio a militares que acribillaban gente.
Luego de escuchar el relato de una mujer, de la que cree encontrar una pista para hallar a su padre guerrillero, emprende una búsqueda en contra de la voluntad de su propia madre.
¿El resultado? La película ganó la Cámara de Oro a Mejor Ópera Prima en el Festival Internacional de Cannes, 2019.
Al final, Nuestras madres es una ficción confeccionada sobre historias reales en las que participaron algunas de las víctimas que por años han cargado el peso de sus muertos.
En una secuencia, una mujer y sus hijas reciben una urna con los restos de un hombre, al que dieron por perdido años atrás. Cuando lo intentan abrir, el personaje de Armando les advierte que será algo fuerte para ellas.
El filme ha recorrido certámenes como los de San Sebastián, La Habana y Morelia y se exhibe en ciudades como México, Guadalajara, Monterrey, Puebla, Tijuana y Zacatecas.
“Mi idea no era hacer una clase de historia, sino interpretarla, contando la relación entre una madre y su hijo”.
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